domingo, 21 de diciembre de 2008

Ese dedo en el enchufe*

Enero 2008
No, no es que de pronto mi afán paternalista haya emergido y ahora me avoque a dar consejos para el cuidado de los niños. Tampoco es que haya metido los dedos en el enchufe o que alguien cercano a mi lo haya hecho, literalmente. Como persona de fibres sensibles que soy, no me resulta dificil resentirme, creo. Tengo el corazon desbordante de amor, quizá como una vejiga que no puede contener más sus fluídos y busca un escape, así ello implique la destrucción de sus nefrones. Cuando alguien me dijo que simplemente no volvería a meter sus dedos en el enchufe, no sólo los alejó de él, sino que los escondió en la comodidad de esa llaga a medio cerrar que es mi cariño hacia ella. Uno sabe que si mete los dedos allí, indefectiblemente recibirá una descarga y las personas normales aprenden y no los vuelven a meter. Felizmente la respuesta la obtuve gratuitamente y sin haberle abierto mi corazón completamente en ese momento para mostrarle lo que sentía por ella. Felizmente esa no fue la respuesta a la pregunta que he querido hacerle todo este tiempo: si volvería conmigo. Por suerte, casi me mata de casualidad, únicamente. Si la situación fuera otra, si no estuviera involucrado directamente en los entreversos del corazón, admiraría su determinación y hasta apoyaría su firmísima decisión. Sin embargo, como no puedo con la impotencia de sentirme insignificante, me aferro a pensar que aún tengo una esperanza porque dijiste enchufe*, cuando en realidad debiste haber dicho tomacorrientes*.

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